martes, 19 de agosto de 2008

PRINCIPES Y SAPOS


LO LAMENTO, SIENTO mucho tener que mencionarlo, pero fuimos engañadas. Los príncipes no existen, siempre fueron sapos. Y así ha sido desde el principio de los tiempos. Desde Adán y Eva. ¿O acaso aparecía algún príncipe en el Antiguo Testamento? ¿Alguien vio de casualidad a Adán sobre un caballo blanco? No. La que se robaba la película fue y siempre será Eva. Sólo ella tenía el rol protagónico. Sin esa mujer Adán se habría muerto del aburrimiento y sino me creen, busquen otra explicación para que el primer hombre decidiera sacarse una costilla con tal de tener una chica a su lado.
Pero luego de un tiempo, ya harta de este tipo que, aunque buena gente, no era más que un sapo, Eva mordió la manzana y chao. Ambos fueron desterrados del Edén (¡por suerte! el paraíso era una lata). Y aunque nunca más se supo de ellos, lo más probable es que se hayan divorciado. ¿Qué más puede hacer alguien que no se siente tomada en cuenta, que no tiene ningún mall cerca, ni ropa, ni zapatos y que más encima se aburre a muerte porque al otro, por alguna desgraciada razón, nunca más se le estiró la hoja de parra?
Para qué andamos con cuentos: Eva fue la primera que entendió lo que era vivir junto a un sapo. Y luego aparecieron los hermanos Grimm con todas sus tonteras. Nadie me quita de la mente que los muy pillos se dieron cuenta que el hombre quedaba bastante mal parado en la historia (un sapo no es un personaje muy popular, venden más los príncipes). Y para tenernos dominadas y contentas, nos inventaron el famoso cuento de que existe ese ser encantado que, a nosotras, ya hasta la coronilla de nuestra batracia vida, nos hechizó de inmediato. Desde entonces creemos —y de seguro seguiremos creyendo— que EL existe. Vaya lío. ¿Quién no quiere un final feliz?
Pero no. Nunca hubo tal príncipe ni lo habrá. Que quede claro. Jamás va a existir porque EL es y ha sido siempre un invento. Paremos de una vez con el cruel engaño.
Desde chicas, lo hemos construido con detalles: el porte, el color de ojos, la textura de su pelo, su sonrisa, sus dientes y hasta el tono de su voz. Yo, por ejemplo, a los diez años imaginaba que sería igual a Tom Selleck, o como el rubio Anthony de Candy. Luego me enamoré de Andrés, mi vecino alemán, que para mí era tal y como debía lucir mi hombre soñado. Con el tiempo le añadí músculos. Por las noches fantaseaba con que me tomaba por la cintura y me daba besos hasta asfixiarme. Pero nunca, jamás, lo imaginé con pene. ¿Alguna de ustedes sí? ¡Vaya qué candidez la nuestra! Y ahora resulta que el mentado príncipe debe ser todo un Dios en la cama…

Quieres leer más... Desde el martes 26 en las mejores librerías

LA MALDITA TECNOLOGIA


¿Cómo batallar con la lustrosa seducción tecnológica? ¿Cómo explicar lo que se siente cuando ya es pasada media noche y él sigue online? Hasta podrías jurar que se excita más con apretar send que con tocarte así estés desnuda sobre la cama. A estas alturas, una no sabe que es más sexy: un nuevo modelo de celular, una prenda de la última colección de Victoria Secret o ponerse pechugas a lo Pamela Anderson. “Si algo odio en esta vida es el laptop y el Blackberry. Pongo las manos al fuego porque mi marido me era fiel, pero… ¿cómo diablos podía competir yo con un computador portátil con enlace wi-fi? No te imaginas lo que es estar con alguien que cuando te abraza le suenan ringtones por todos lados. ¡No se puede hacer el amor con alguien que jamás se desconecta! Que prefiere atender a su celular por sobre su esposa, que corre en cuanto le llega un mensaje de texto, un e-mail o un llamado del jefe. ¡No se puede contra la modernidad!”, se quejaba Alejandra, una ingeniero comercial de 35 años, recién separada.
He sabido de mujeres que felices aceptarían que un ladrón entrara a la casa y se llevara todo lo electrónico —con el detalle, claro, de no tocar sus joyas —. ¿Qué es lo que pasa? ¿Es más interesante ver televisión? Se dice que la mejor manera para averiguar el estado de un matrimonio es viendo la noticias juntos. Si hay discusión o debate, todo bien. Si por lo contrario, lo que impera es el silencio, sigue leyendo este libro.

Quieres leer más... Desde el martes 26 en las mejores librerías

LO ACEPTO: ODIO LOS CUENTOS DE HADAS


¡Malditos cuentos de hadas! Los hermanos Grimm y Walt Disney nos lavaron el cerebro. Durante generaciones hemos creído (y de seguro seguiremos creyendo) en la famosa fantasía de que algún día llegará nuestro adorado príncipe, nos mirará directo a los ojos, nos tomará de la cintura y nos llevará galopando directo hasta el castillo para vivir felices por toda la eternidad. Pero eso, ya lo sabemos las separadas, ¡no existe! Soñamos con el hombre perfecto y, una vez casadas, quisiéramos que el encanto no terminara nunca; esperamos ser el centro de sus ojos, eternamente adoradas, queridas, deseadas, correr de su mano por los verdes prados del reino… Pero pronto la película se destiñe y descubrimos que él también se estresa, que es trabajólico, que se la pasa frente al computador, que ya no tiene deseo y, para colmo… ¡ya no puede vivir sin su Ravotril!
Insatisfechas, con la cara larga y una interminable lista de quejas, nos preguntamos: ¿Este era mi hombre? ¿Qué pasó con aquél gallardo y apuesto a quien di el sí frente el altar? ¿Quién es este batracio que ahora vegeta frente a la pantalla plana? ¿En qué minuto se convirtió en un sapo que croa junto a un control remoto? Si pudiésemos hacer una denuncia por engaño ante el Sernac, ¡claro que lo haríamos!: “Se devuelve príncipe defectuoso… ¡esto es una estafa!”. Hasta el ministerio de la Mujer debiera hacerse parte, ya está bueno de que nos sigan tomando el pelo.
Si al menos no nos hubiesen llenado la cabeza con tantos cuentos, si los hermanos Grimm hubieran escrito la segunda parte de la historia. De haber sabido que después Sr. y Sra. Azul pasaron por problemas, que él era infiel o que prefería llevarse a la cama su laptop en lugar de la princesa. En fin, que llegaría el día en que el hechizo se rompería, tal vez habríamos sido mucho más felices, no habríamos esperado tanto de nuestro matrimonio y, llegado el momento de nuestro negro desenlace, no nos habríamos quedado con esta tremenda sensación de fracaso.

Quieres leer más... Desde el martes 26 en las mejores librerías

DESENCANTADAS: LAS PRIMERAS 4 RAZONES POR LAS CUALES LEERME




1. Porque todas nos casamos con un príncipe y al final resultó ser un simple sapo.
2. Porque Walt Disney nos estafó.
3. Porque descubrimos que ÉL también se estresa, es trabajólico, infiel ¡y que no puede vivir sin su Ravotril!
4. Porque el príncipe terminó exitándose más con su laptop y la Blackberry que con la princesa.
5. Porque el hombre se casa y pasa directo de Homo Erectus a Homo Sapoens.